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Proyecto Amigo| Iñaki García

‘El nombre de la rosa’, Umberto Eco y una mentira periodística absurda

El nombre de la rosa

Umberto Eco definía en el programa ‘Salvados’ de Jordi Évole la Máquina de Fango como “una forma de deslegitimación del adversario que arrojan una sombra de sospecha sobre su persona. Toma formas muy curiosas, como pequeñas salpicaduras de fango”. Curiosamente, ese modus operandi de los medios de comunicación de masas tuvo en Umberto Eco uno de sus objetivos cuando su novela ‘El nombre de la rosa‘ triunfó.

Publicada en 1980 ‘El nombre de la rosa’ consagró a Umberto Eco en el mundo de la novela y, como deporte nacional no solo español, la crítica italiana repartió elogios a la vez que puyas hacia el autor. La más curiosa de las mentiras que dijeron sobre la producción de su historia fue explicada por el propio Umberto Eco en el libro “Confesiones de un joven novelista” (Ed. Lumen, 2011) y revelaba una mentira que los medios revelaron para hacerle quedar mal y que con el tiempo se les volvió en contra.

Para muchos medios el éxito de la novela ‘El nombre de la rosa’ tuvo que ver casi en exclusividad al hecho de que Umberto Eco había escrito su ficción con un ordenador, sin embargo, ese hecho sí que fue algo ficticio. La historia, posteriormente, tuvo varios juegos para computadoras, pero que fuese realizada de dicho modo queda como algo utópico, por muy oneroso que pudiese ser Umberto Eco en la época, algo –la riqueza- que llegaría tras el best-seller y no antes.

La explicación de Umberto Eco

«Me encuentro muchos artículos que explican el gran éxito de mi novela El nombre de la rosa, publicado en octubre de 1980, por el hecho de que la escribí con un ordenador. Me hubiese gustado, y me habría ahorrado los gastos de mecanografiado, pero nadie se ha preocupado de comprobar que el primer word processor Olivetti ETS 1010 salió, en Italia en 1981, y sólo en 1982 apareció el Olivetti M20, que, sin embargo, no tenía aún el programa de escritura mayúscula Oliword. Existen desde 1977 programas wordstar Apple y Cominodore, pero en aquellos tiempos servían como mucho para escribir una carta».


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